París, 29 oct .- Una etapa más, jornadas de media montaña diseminadas por todo el recorrido y la irrupción de la temible Madeleine como juez final de la general marcarán la edición de 2025 del Tour de Francia femenino, presentado este martes en París y que comenzará el 26 de julio en Bretaña y atravesará el país hacia el este para acabar en los Alpes.
“Queremos acompañar el crecimiento del ciclismo femenino y eso nos obliga a ir un poco más allá”, afirma la excorredora Marion Rousse, directora de la carrera, que asume el aumento en dureza de la edición número 4, que como ocurre con el masculino tendrá un recorrido totalmente francés, tras el inicio del año pasado en Países Bajos.
Las ciclistas se lanzarán el sábado 26 de julio, un día antes de que el Tour masculino celebre al ganador en los Campos Elíseos, para terminar el domingo 3 de agosto tras haber atravesado la media montaña de Armórica, el Macizo Central y los Alpes.
En total, 1.165 kilómetros recorridos y un desnivel positivo de 3.490 metros, una subida de la tensión en una carrera que quiere asentarse en el calendario como una de las citas deportivas del verano.
Si la atención esencial estará en el final explosivo en los Alpes, Rousse llama la atención de los peligros que alberga la primera parte, con una apuesta decidida de los organizadores por la media montaña, dejando espacio también a dos jornadas para las ‘sprinters’.
Las cotas de Finisterre marcarán el inicio de la carrera, que desde su comienzo deberá afrontar dos ascensos a la Cota de Cadoudal para distribuir el primer maillot amarillo, un escenario similar al del día siguiente con final en Quimper y subida al Menez Quelerc’h, 3 kilómetros al 6,2 %.
Tras la accidentada tercera jornada, con final en Angers, dos llegadas masivas se perfilan en el horizonte, en Poitiers y en Guéret, aunque en esta última la cota de Maupuy a 11 kilómetros de la meta puede romper ese guión.
El Macizo Central tomará las riendas de la carrera a partir de la sexta etapa, con final en Ambert y ascenso al Col du Béal, el Col du Chansert y la cota de Valcivières, a 13 kilómetros de la meta.
A la conquista del mito de la Madeleine
Sin descanso, el paisaje se tornará alpino, con llegada a Chambéry y la meta situada doce kilómetros después de haber ganado la cima del col de Granier, 8,9 kilómetros al 5,4 % de desnivel, después de haber ascendido la cota de Saint-Granc y la de Berland.
La penúltima etapa llevará el cartel de reina, escarpada hasta su traca final, con ascenso a la Madeleine, 18,6 kilómetros al 8,1 % de desnivel, que albergará la meta y, probablemente, dejará vista para sentencia la general.
“Después de La Planche des Belles Filles, del Tourmalet y del Alpe d’Huez, queríamos integrar otro mito al recorrido de la carrera femenina”, señala Rousse, que llama también la atención sobre la última etapa.
Porque, aunque no tiene final en alto, ascenderá otra de las leyendas del Tour, el Col de la Joux-Plane, 11,6 kilómetros al 8,5 % de desnivel, pero cuya cima se sitúa a medio camino de la etapa de 124 kilómetros.
“Será una jornada muy dura donde jugará mucho el desgaste tras una semana de competición sin descanso. Hemos querido acumular las máximas dificultades en el fin de semana final para preservar todo lo posible el suspense de la general”, asegura la excorredora.
“Creemos que el nivel global del ciclismo femenino ha aumentado verdaderamente y nos permite afrontar más desniveles, al tiempo que sabemos que hay más chicas capaces de afrontar jornadas de media montaña”, reflexiona Rousse, dentro de una evolución similar a la que está viviendo el ciclismo masculino.
EFE
Luis Miguel Pascual